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lunes, 3 de noviembre de 2014

La tregua - Mario Benedetti

Sinopsis:

Martín Santomé, viudo con tres hijos, en las vísperas de su jubilación comienza a registrar en un diario su vida gris y sin relieve. La vida cotidiana de la rutina en la oficina y la de un hogar desunido y crispado se verán alteradas cuando irrumpe en su rutina la joven Laura Avellaneda, su nueva empleada. Y este hombre, casi sin proponérselo, decide abrir en su vida un paréntesis luminoso.






Martín Santomé es un hombre viudo a punto de jubilarse, su vida transcurre tranquilamente, al lado de Jaime, Esteban y Blanca, sus tres hijos, con los que apenas habla, a pesar de vivir todos en la misma casa.

"Así estamos, cada uno en su orilla, sin odiarnos, sin amarnos, ajenos."

La vida de Martín es una completa rutina entre trabajo y casa. Sus días son de grises tonalidades, muy monótonos y solitarios, hasta que aparece en su vida la joven y bella Laura Avellaneda, su nueva empleada, a la cual le dobla la edad. Pues él tiene 49 y ella apenas 24 años.  Y cuando él empieza a explicarle de su trabajo y a orientarla acerca de lo que tiene que hacer, comienza a notar casos peculiares en Avellaneda, casos sencillos que llaman su atención y comienzan a gustarle. Como su sonrisa, o sus pestañeos o que simplemente se ruborice. 

"Cuando se aturulla un poco el trabajo, inevitablemente se despeina y eso le queda bien."

Pronto empieza a haber una conexión más intensa entre ambos y a pesar del tiempo que distancia sus vidas, 25 años, para ser exactos, ambos comienzan a quererse sin decirlo.

“Pero, en definitiva, ¿qué es Lo Nuestro? Por ahora, al menos, es una especie de complicidad frente a los otros, un secreto compartido, un pacto unilateral.”

Y así, tras miradas y caricias, tras largas charlas, se dan cuenta del inmenso sentimiento que les invade al uno y al otro, y desafiando todos los medios, deciden unirse y dejar atrás los prejuicios y los miedos.

“¿Sabe que usted es culpable de una de las crisis más importantes de mi vida?”

Y así, la vida de Martín vuelve, poco a poco, a tomar color, la luz vuelve a asomarse por las ventanas y tiene una verdadera razón por la cual levantarse cada mañana. Y es su contraste el que los une, él, un hombre maduro, conocedor de la vida, sensato, sincero; y ella, una joven radiante, apenas floreciendo, curiosa e inteligente, ambos, enamorados el uno del otro, y viviéndose al máximo.

 “Ella me daba la mano y no hace falta más nada. Ella me da la mano y eso es amor.”
 Un libro más que hermoso que hará llorar al lector más de una vez, no es exactamente una historia de amor, pero enfatiza que él, siempre es una razón por la cual vivir.
Es muy interesante porque aborda temas como la soledad, cómo ésta se adentra cada vez más en la vida del protagonista, y cómo le pesa hasta el cansancio, la falta de comunicación, sobre todo la comunicación familiar, puesto que la relación con sus hijos no es muy unida, la depresión, que le inunda y le ahoga día con día;  el amor, la sexualidad, cómo Martín nunca deja de creer y de hacer plenamente el amor, la felicidad, ese pequeño instante en que toca el cielo con los dedos, sentado en una nube, hasta que cae en picada; la muerte, esa vieja amiga que le bofetea y le empuja a la realidad y le advierte que siempre queda poco tiempo, la homosexualidad, que es considerado un tabú y que es muy impactante para Martín el tener contacto directo con dicha problemática.

"Hay una especie de reflejo automático en eso de hablar de la muerte y mirar en seguida el reloj."

Habla sobre ese Dios que todos necesitamos, y cómo algunas veces éste no atiende a su llamado, ni a sus oraciones, ni a sus rezos, de cómo Dios se ha distanciado de su vida, sin enojos, sin peleas, de cómo simplemente le ha dado una tregua. 

"Yo necesito un Dios con quien dialogar, un Dios en quien pueda buscar amparo, un Dios que me responda cuando lo interrogo, cuando lo ametrallo con mis dudas."

Sin duda uno de los libros más tristes y más lindos que he leído,con un toque algo agridulce, pero que nos hace reflexionar acerca de que la vida, amigos, no es siempre color de rosa.

¡Gracias, Benedetti!


Por: Mayra Alejandra Paredes Tapia

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