Si mi memoria no me falla este fue uno de los primeros
libros que leí, y uno de los que más han llegado a estremecer, de verdad, cada
fibra de mi ser. Creo que a estas alturas muchos conocen la historia de aquella
chiquilla judía llamada Annelies Marie Frank, aunque no muchos se han tomado la
molestia de leer ese pequeño tesoro que nos dejó como legado, su diario, ese
pequeño cuadernillo en el que esta chica plasmó su sentir, sus miedos, sus
añoranzas, sus deseos, sus ganas de sentir, sus ganas de libertad, de justicia,
de verdad, sus ganas de VIVIR, cuando atravesaba por uno de los períodos más
fuertes de la historia de la humanidad: la segunda guerra mundial.
Aquel 12 de Junio, el día de su décimo tercero cumpleaños,
Ana recibió de sus padres, un lindo diario al que, en busca de una verdadera
mejor amiga a la cual confesarle sus más profundos sentimientos, llamó “Kitty.”
Las primeras páginas narran la vida de Ana, ahí comenta
sobre su familia, su hermana Margot, sus padres, sus amigos, sobre aquel
profesor de matemáticas, el Señor Kepler, al que hacía enfadar a cada rato
puesto que era la más parlanchina del salón de clases, habla sobre chicos…
Sobre lo que una joven de 13 años, de vida normal, común y corriente, hubiese
vivido en su día.
Más, páginas después, conforme pasan los días y cada que Ana
tiene tiempo de escribir, sus escritos se vuelven cada vez más inquietantes, con
la Alemania nazi y la persecución de judíos encima, mil prohibiciones llegan a
la vida de la chica.
Obligación para los judíos portar una estrella amarilla en su vestimenta, deshacerse de sus bicicletas, prohibido subir al tranvía, y cosas comunes como ir al cine, ir al teatro, nadar en albercas públicas, jugar el tenis o el hockey, o visitar a sus amigos, fueron quedando como recuerdos lejanos en la memoria de Ana, prohibidas para todos los judíos.
“Primero vino la guerra, luego la rendición, enseguida la entrada de los alemanes a Holanda. Y así comenzó la miseria..”
Obligación para los judíos portar una estrella amarilla en su vestimenta, deshacerse de sus bicicletas, prohibido subir al tranvía, y cosas comunes como ir al cine, ir al teatro, nadar en albercas públicas, jugar el tenis o el hockey, o visitar a sus amigos, fueron quedando como recuerdos lejanos en la memoria de Ana, prohibidas para todos los judíos.
Y es así, como una madrugada, repletos de maletas, y con toda la posible ropa puesta, es como salieron de casa, cargados de provisiones, para pasar a vivir a la clandestinidad.“Yo estaba aterrada: todo el mundo sabe qué significa una citación; imaginé inmediatamente los campos de concentración, Las celdas solitarias…”
“Yo llevaba puestos dos camisas, tres calzones, un vestido, encima una falda, una chaqueta, un abrigo de verano, dos pares de medias, zapatos acordonados, una boina, una bufanda y otras cosas más. Me ahogaba antes de partir, pero nadie se preocupaba por eso.”
“Afuera no hay canto de pájaros, y dentro un silencio sofocante se cierne sobre todos y todas las cosas, y parece arrastrarme hacia un abismo.”
“Tuve la suerte de ser arrojada bruscamente a la
realidad. ”
Pero a pesar de ello, es un libro muy hermoso, que nos invita a reflexionar, a hacer un análisis de lo que tenemos y no valoramos, nos invita a no abandonar nuestros sueños, puesto que Ana, a pesar de vivir encerrada y aislada del mundo que le vio nacer, jamás abandonó su fe en la humanidad, sus ansias de libertad, de ser feliz, de algún día salir de su escondrijo y vivir en paz.
“Asombra que yo no haya abandonado aún todas mis esperanzas, puesto que parecen absurdas e irrealizables. Sin embargo, me aferro a ellas a pesar de todo, porque sigo creyendo en la bondad innata del hombre.”
Por: Mayra Alejandra Paredes Tapia
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